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a Frau Bertha. No tenía mapas ni conocía

el camino, por lo que se desvió y pasó por

las ciudades deWeinheim y Karlsruhe.

Los problemas se sucedieron uno tras

otro, pero la señora Benz los resolvió

en forma práctica. Primero fue la falta

de combustible. Se acabó poco antes de

llegar al pueblo de Wiesloch. No había

bombas de bencina, pero sí farmacias,

donde se podía adquirir ligroína, un

producto de limpieza derivado del pe-

tróleo que empleaba el vehículo para

abastecerse. Compró cinco litros y así

nació la primera estación de servicio

para automóviles de la historia.

Algunos kilómetros después, los fre-

nos presentaron problemas, debido a

que se habían calentado demasiado.

Pero Bertha le encargó a un zapatero

que les pusiera unas cubiertas de cuero

y de esta forma nacieron las pastillas de

freno. Hubo también algunas fallas en el

aceite y en el cárter, que evitaron que el

viaje fuera más expedito.

Pero después de trece horas, Bertha

y sus dos hijos llegaron a su destino.

Era el anochecer y el objetivo estaba

cumplido: el “vehículo sin caballos” es-

taba en boca de todos en aquella zona y,

además, la prueba le serviría a la seño-

ra Benz para sugerirle a su marido di-

versas mejoras que se le podrían hacer

al automóvil.

Al día siguiente, volvieron por un ca-

mino más directo y llegaron a su casa a

media tarde. El viaje había servido para

mostrar que el Motorwagen podía reco-

rrer largas distancias, con más comodi-

dades que los carruajes. Las ventas co-

menzaron a subir y Karl Benz empezó

a desarrollar nuevos modelos. Hoy se

puede recordar este primer viaje y tran-

sitar el Bertha Benz Memorial Route,

que sigue los 194 kilómetros originales

de aquel periplo realizado en 1888.

REPORTAJE