Kaufmann Ed_67

Antes de que llegaran las salmone- ras a la isla, existía la minga, una forma de trabajo comunitario cuyo exponente más claro eran las casas nómades que se trasladaban por el agua. Para mover- las se requería del esfuerzo conjunto de todo el pueblo. Pero eso se fue per- diendo. Hasta no hace mucho la eco- nomía doméstica se movía con base en el trueque. La gente llevaba al merca- do su pequeña producción de tierra y mar, las artesanías que elaboraban en sus casas –cestos, cuencos de madera o de piedra, alfombras de lana, buzos de lana, cucharas, entre otras cosas– y las intercambiaban. Al día de hoy, si uno va a uno de esos mercados, puede ver a los campesinos, la mayoría gente mayor, con sus puestos variopintos, con un po- quito de esto y un poquito de aquello, de su producción personal. Lo que no les da la tierra, se los da el mar.Y si no, está el mercado. Muchas veces vienen de le- jos para traer su producción y su pesca. También hay gente joven y empren- dedora que está saliendo adelante con otro empuje. Sandra Naiman es huilli- che, tiene 38 años y lleva adelante una chacra orgánica de cuatro hectáreas que era de su abuela. Sandra dice que lo más importante que le legaron sus ancestros es el cuidado del medioam- biente. Cuida celosamente los cultivos de papa, trabaja con abonos orgáni- cos, cosecha agua de lluvia, tiene una huerta, un vivero y un jardín envidia- ble. Como corresponde a su tradición, conoce bien las plantas y sabe cuál es su uso medicinal. “Pero acá nadie de mi familia es curandero ni machi, ni nada de eso”, aclara categórica. Caminamos por su predio cuidadí- simo –impresiona que todo lo haya hecho ella sola– y vamos hasta un ex- tremo donde se ven el mar y las salmo- neras a lo lejos. En esas casitas que se aprecian sobre el agua se organiza el cultivo de los salmones, unos 2.000 en 25 metros cuadrados. Inevitablemente, uno piensa en la cría de los pollos en sus recintos reducidos, sometidos a una ingesta continua de alimento para ser rápidamente engordados. El salmón no nace en esos lugares, nace en agua dulce. Hasta allí se llevan los huevos y duran unos dos o tres meses en crecer, período en el cual reciben hormonas y, en muchos casos, antibióticos para su buen crecimiento. También se utilizan realzadores del color. Esa práctica de cultivo intensivo ha llevado a que se dañe el fondo marino y se altere el eco- sistema. La población chilota reaccionó a esto e hizo huelga en algunas ocasio- nes y el tema se está regulando más. La industria del salmón emplea a unas 2.500 personas por planta de pro- ceso. En estos momentos, muchas de esas salmoneras están cambiando de lugar con la consecuente amenaza a la fuerza de trabajo. El salmón básicamente se exporta, no se consume localmente. En general, lo que se busca consumir en la isla es la pesca directa del salmón y de otros pes- cados, los que van quedando. Una tierra tan bella y rica se ha vis- to, lamentablemente, amenazada por la llegada de ciertos emprendimientos. Hoy día hay dos temas que preocupan a los chilotes. Por un lado, la construcción de un gran centro comercial en la ciu- dad de Castro, que ahora está en planes de ampliarse y que pone en tela de jui- cio la condición de Patrimonio de la Hu- manidad de la iglesia de San Francisco en esa ciudad. Por otra parte, se planea construir un puente en Chacao, la en- trada norte al archipiélago de Chiloé, que muchos ven como una gran amena- za para los bosques nativos y para todo el tema patrimonial. La posibilidad de explotar oro está llevando a movimien- tos económicos y ambientales que tie- nen en vilo a los pobladores de esta joya pura al sur de Chile. 19

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